viernes, 4 de julio de 2008

adios

Apretando los dientes y haciendo esfuerzos por no llorar, la vio alejarse al lado de otro. Supo inmediatamente que nunca mas la vería. Nunca más se luciría con ella, despertando la envidia de los muchachos del barrio. Primero la soño y luego la tuvo, descargando a diario la exitante energía de su juventud. Tenía el orgullo de haber sido su dueño por un par de dichosos meses. Pero el destino quiso que, a los doce años, Sebastián, frente a una cortaplumas, tuviera que entregar su bicicleta.


Maria Cristina Jiménez.... Santiago en cien palabras

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